martes, 22 de marzo de 2011

El Charco del Barrio Gris (Un cuento sobre un barrio, un charco y un viejo)

Todos conocían a Don Raimundo, quizás el hombre más viejo del barrio. Pero el viejo (como le decían en el barrio con cariño) no había hecho su fama por su edad, sino por un extraño charco en su patio.

Según afirmaba Don Raimundo el charco era la puerta de entrada a otro barrio, donde todo era gris. Un barrio donde no existía el mal, el odio, la envidia ni los impuestos, pero tampoco existía la felicidad, la esperanza ni el amor.
El misterio del charco del viejo había sido un tema de conversación en casi todos los ámbitos, en la sociedad de fomento varias discusiones se generaban al respecto. Estaban los partidarios del charco, aquellos ancianos que cansados de las miserias de este mundo y habiendo vivido el amor por muchos años ya no les importaba vivir en un barrio gris. Existía también el bando anti charco dirigido principalmente por un joven entusiasta llamado Luis. El pibe (como le decían en el barrio con cariño) promulgaba que vivir en mundo gris seria insoportable, que para el mal que existía en este mundo el amor podría vencerlo. Ambos grupos discutían cotidianamente y sobre todo ferozmente.
-¡Tenemos que irnos todos al barrio gris!, afirmaba el anciano.
-Tenemos que luchar por el amor, refutaba el pibe.
-El amor no sirve, el amor no sirve, coreaban los viejos alentando al anciano.
-Solo el amor es el que crea, cantaban más fuerte los jóvenes.
- Acá ya no hay nada para nosotros, solo miedo e inseguridad. Concluyo el anciano con un murmullo que se la rebusco para filtrarse entre los alaridos de la sala.
En la peluquería, las damas, también tenían sus discusiones, aunque estas planteaban polémicas más entretenidas:
-Yo creo que vivir en el barrio gris sería más barato. Comentaba la peluquera.
-Seguro, no tendríamos que gastar en tintura. Comento Doña Marta mientras todos en la peluquería reían.
-Yo digo que el color gris nos hace más viejas a todas. Comento una mujer cuarentona que esperaba su turno.
-Pero no tendríamos que pensar en que ropa nos convine. Dijeron dos muchachas al unísono, todas las señoras rieron de nuevo.
Es que nadie dudaba de la existencia de un barrio gris, ni del charco que era el portal a ese nuevo sitio.
Un  día vinieron algunos científicos y tomaron muestras del agua para fijar si estas contenían alguna característica en especial,  Don Raimundo se quejó de esta medida ya que afirmaba que el charco funcionaba como puerta no por la propiedad individual del agua sino por la conjunción de las mismas aplicadas en el mismo sitio. Todos se habían sorprendido de esas conjetura y por la dificultad de su interpretación decidieron darla por cierta desechando los resultados que llegaron meses después y a los cuales nadie se dignó de ver.
Un día llego el hijo de una de las vecinas que había estudiado de doctor en una universidad importante de la capital y pregunto a Don Raimundo porque el charco era un portal a un barrio y no a mundos paralelos.
Es para lelos dijo el viejo y para inteligentes también, y con respecto a lo de otros mundos no sabría explicarlo, quizás dentro de ese barrio gris exista otros charcos que lleven a otros lados. E invito a el doctor (así le decían con cariño en el barrio) a hacer una inspección por el barrio gris.
Todas las miradas quedaron fijas en el doctor, este sintió la clara presión del barrio en sus hombros, pero rechazo la propuesta riéndose de lo ridículo que sería ver a un doctor con las piernas arremangadas parado sobre un charco esperando ir a otro barrio.
Pero en realidad lo que pasaba es que tenía miedo, y es que el barrio gris como luego deduciría Raimundo era solo para valientes. Y nadie en ese barrio lo era, el anciano cansado de la violencia no quiso pasar por el charco porque extrañaría ver los partidos de bochas. El pibe intento cruzar de barrio cuando descubrió que su amada lo engañaba pero al llegar a la esquina de Raimundo  decidió que era mucho más fructífero odiarla que vivir en un mundo sin sentimientos.
-Estaría en clara desventaja. Pensó a sí mismo.
Y así fue como nadie comprobó fuera de Raimundo la efectividad del charco, y todos comenzaron a desmentirlo.
Al viejo, lo trataron de loco, despistado y algunos de mentiroso.
En la sociedad de fomento y en la peluquería las discusiones tomaron otro rumbo y los análisis que una vez habían hechos los científicos fueron quemados para ocultar toda evidencia de esa locura, lo curioso es que nadie se atrevió a leerlos.
Pero el viejo seria siempre conocido, primero por su charco y finalmente por su misteriosa desaparición. Aunque no se puede decir que alguien desapareció cuando todos saben dónde realmente esta.